martes, 16 de abril de 2013

doña Ángeles no se había ido...

Durante mucho tiempo seguí, fiel y callado, su Puerto Libre, y amé cuánto escribió, en el blog y en sus libros.
Se despidió y no la busqué, aunque entraba a ratos a releer sus posts, como releo a veces sus cuentos. Y como la he seguido en Nexos cada mes.
La mano que me acompaña me enseñó en la librería su última aventura ¿has visto? y vi.
Sabía que dejó libre su Puerto porque estaba escribiendo un libro nuevo.
No puedo evitarlo. Antes de ser escrito ya me había elegido él a mí.
Está encima de la mesa de mi sofá, mirándome, con sus hojas todavía nuevas, con su olor a librería y su promesa de paladeo.
Estos días la he buscado por la red. Y hay un segundo puerto, más reposado, con poquitas entradas, sin agobios de patrocinadores, un puerto libre sencillo, bajo sus ojos que se suman a un faro y del que parece que parten unos pájaros, llámenlos gaviotas si quieren...
Navegando alrededor de su faro, este regalito que nos enlaza:



Adoro a Ángeles Mastretta y lo que escribe. Y cómo acaricia el castellano de México. Y lo que cuenta. Y los personajes que inventa. Quiero atrasar acabar de leer el libro.
De momento, voy a probar retrasando empezarlo.

martes, 9 de abril de 2013

Gracias, maestro!

Palabras como glauco 
(unos ojos que se rompieron contra un árbol en el 90) ...
libros como La vieja sirena 
(que regalo cuando me enamoro desde que lo leí) ...
discursos como el prólogo de ¡Indignaos! 
(que acompañan la rabia y el compromiso) ...

Tengo su firma en un libro que compré adrede 
y que sólo pone "A Ramón" 
porque no me salía la voz 
cuando me acerqué a tan gran hombre 
hace unos años en la Feria del Libro de Valencia...


A José Luis Sampedro:
¡gracias, Maestro!

lunes, 1 de abril de 2013

EN ABRIL O EN OCTUBRE

Abril es el mes más cruel, engendra 
lilas de la tierra muerta, mezcla 
recuerdo y deseo, despierta 
con lluvia primaveral muertas raíces. 
T. S. Elliot 

¿Qué el más cruel de los meses es abril, es decir nuestro octubre?
¿Sólo porque da brillo a la esperanza y sopla sobres las cenicientas ascuas?
Quizás porque supones que todas las primaveras son perversas,
que humillan agonías y tratan de abatir de un golpe avieso,
de un verdor que despliega su abanico de plumas en un joven alarde,
desdeñoso, insolente,
la rama que no ha muerto,
esa que resistió debajo de la escarcha los castigos del viento,
los menudos puñales de la lluvia y la embestida de la fiera.
Yo, hija de hombre, ya sé desde el principio de mis noches
que toda carne es hierba, y se doblega y cae como paja,
pero si no despierta la hierba sofocada y se alza nuevamente como hierba,
y si el deseo sólo se prolonga en vanas humaredas fantasmales,
no es culpa de tu abril, sino de nuestro agosto que secó toda gloria,
carcomió sin piedad las cortezas del mundo
y sepultó hasta el reino más negro de las sombras las visiones doradas.
Sí, sí, reconozco ese olor de humedad subterránea, de jardín clausurado,
ese sabor de exilio en las arenas de la boca,
el tacto de la nada.
Pero yo, hija de hombre, igual te digo que cuando en un abril o en un octubre,
aunque sea lejano, ya casi como nunca,
abriste por una vez, por un instante, las puertas de tu irrecuperable paraíso
y te invadió la luz de aquella primavera,
aprendiste de una sola mirada la mirada del sol de cada día
que alza su altar también sobre las aguas muertas, sobre la dura tierra,
sobre la hierba seca.


de CON ESTA BOCA, EN ESTE MUNDO (1994)
en Olga Orozco, Poesía completa, 
Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2012