sábado, 27 de agosto de 2016

No me entregues


En el silencio que le devuelve la poesía, por primera vez Alejandra teme a la noche. Hasta ahora había sido su último refugio, el momento de paz, la hora en la que todo se salva después de pasear por el barranco. No me entregues, / tristísima medianoche, / al impuro mediodía blanco. Todo lo bueno que le había pasado en la vida se había producido en la noche. Su biografía se estructura, de hecho, sobre un índice prolongado de noches. Los grandes recuerdos, las grandes verdades, los momentos brillantes, la carrera apresurada y frágil de la felicidad ocurrieron mientras el mundo dormía. No hay una noche, sino muchas. Hay las noches del whisky y las noches del vino, incluso las noches del té y el agua mineral. Hay las noches de París y hay las noches de Buenos Aires. Hay las noches de los años cincuenta y hay las noches de los sesenta. Hay las noches en casa y hay las noches en los bares. Hay las noches de la cordura y las noches del delirio. En todas, la poesía atraviesa por el medio, como el aullido de un  lobo.

(Juan Tallón.- Fin de poema. Alrevés, 2015. Pág. 141)